¿Dónde escondería dios el mayor de sus secretos?; en los lugares más absurdos e indiferentes de la vida. Momentos pasajeros que intentan explicar el secreto universal, donde uno puede crear o destruir su propio sentido del “ser”, momentos que hacen entender al hombre lo insignificante de sus pensamientos; un nuevo comienzo, un segundo nacimiento, momentos que duran segundos. Después, la niebla empieza a cubrir nuestro momento y una vez más las sombras se adueñan de la vida y sin darnos cuenta seguimos esperando a que ese momento vuelva aparecer.
Por mucho tiempo el hombre ha creído que la respuesta del abismo se encuentra en la razón, en números, en absurdos, en devenir, etc. Todos esos momentos donde el ser humano intenta entender por medio del ser humano; -fatalismo es lo que encontramos en tan sabios proverbios- proverbios que dicen lo que quiere oír la razón y el espíritu, ¿por qué no hacéis proverbios que quitan la tranquilidad del espíritu? ¿A que le tenéis miedo?; hemos perdido el rumbo, estamos enajenados por el conocimiento, enajenados por la búsqueda del entendimiento del “ser”, enajenados por la tranquilidad del espíritu.
Pobre hombre se ha olvidado de ser niño. Aquel niño que buscaba por placer, por diversión y no por hambre; “el conocimiento nunca ha sido pan, nunca ha sido alimento y por supuesto nunca ha sido necesario”.
El hombre ha perdido toda tranquilidad con su realidad; analiza en vez de contemplar. La contemplación ha perdido importancia en una época cada vez más caótica. Es necesario un retorno hacía la niñez, recordar la contemplación de aquellos años, lejos de todo conflicto que perturbe nuestros sueños; no es ignorancia, es ataraxia, es recordar un momento instintivo, es comprender los placeres menores, vivir por aquellos segundos, ordenar la vida por esos momentos; ¿sentido? Por supuesto que lo tiene, ¿acaso no entendéis un hermoso amanecer, una lluvia, un amor, un momento carnal, un profundo sueño, un estado de equilibrio con todo lo existente?, se llama placer. Basta de conocimientos burdos, que solo confunden y crean una neblina para desviar del camino al ser humano; una neblina que el mismo ser humano ha creado con su propio narcisismo. El fruto no fue el problema, el fruto conlleva responsabilidad algo que el ser humano nunca ha intentado entender; el fruto no estaba podrido, es el ser humano que ha inicios de su comprensión confundió responsabilidad con narcisismo.
El ser humano tiene que buscar la contemplación, sin dejar atrás la responsabilidad. Es necesario observar que los placeres menores forman dicho acontecimiento; se contempla el placer menor sin olvidar los sucesos de la vida y su control de conocimiento. El ser humano tiene límites. Los placeres menores vienen a intervenir y crear esos límites de todo conocimiento.
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